CUANDO LOS PROTECTORES SON LOS PEORES ENEMIGOS (Reflexión a la “Primera Prisión por Maltrato Animal en España” – Noviembre 2017).
Millones de personas todos los días en el mundo
dejan de lado sus necesidades, sus ajustados horarios y responsabilidades para
ayudar a curar, a rescatar, a salvar la vida de otros millones de animales.
Esta ayuda anónima -que transcurre en total silencio
la mayoría de las veces- es lo que permite que perros, gatos, caballos, monos,
gallos, etc.; puedan tener una esperanza de vida.
Imagino a esas mujeres, a esos hombres, a esos niños como ángeles gigantes que han bajado del cielo para reconfortar el alma de un ser que sufre, para llenar una pancita que cruje de hambre, para dar cobijo en su casa ante una gran ola de frío, o dar de beber agua fresca cuando los termómetros parecen explotar a causa del calor.
Con escasos recursos y sin pedir nada a cambio, se
convierten en héroes, en ejemplos a
seguir.
Rescatado de las calles de Cordoba, Argentina. Antes y después de Toby. |
Uno recupera la confianza en la Humanidad cuando conoce estos milagros
cotidianos. Después de todo, no somos tan egoístas, ni tan superficiales como
para ignorar la necesidad de esos seres sin voz, sin derechos, sin votos. Olvidados
por muchos y maltratados por algunos.
Este arte, es un arte de amar. Es un oficio, es una profesión.
Pueden llamarlo como quieran, pero el sentido siempre es el mismo. En mi país
algunos los llaman “Proteccionistas”, en otras latitudes les dicen “Rescatadores”,
“Salvadores”, “Defensores”. En estas
definiciones, la idea es similar: proteger, rescatar, salvar, defender la vida
y la integridad de los animales.
Llevar esta tarea en las espaldas es un honor, es
una misión de servicio. No cualquiera puede llevar este nombre pues también es
una gran responsabilidad y deber.
Lo verdaderamente indignante es cuando una persona que dice ser algo que no es, que dice ser la salvadora de perros y gatos abandonados, termina siendo la peor pesadilla para esos seres indefensos. Aquella señora que se suponía que debía velar y proteger sus derechos, ha sido la que cruelmente ha puesto fin a sus vidas, de la manera más cobarde y vil.
UN CASO QUE ESTREMECE
Me remito a lo sucedido en Torremolinos, Málaga,
España. Una mujer, que dice amar a los animales, funda una Protectora para
rescatarlos del abandono. Lo hizo por el año 1996. Obtuvo la concesión del
Ayuntamiento de Torremolinos para llevar allí a todo animal que encontrara en
las calles del pueblo. Por ello percibía una cantidad económica que estaba
destinada a curar, a alimentar a los rescatados: por un perro adulto se cobraba
60 euros, por un cachorro, 45 y por un gato, 25 o 30 euros.
Uno se pregunta cómo alguien podría utilizar dichos
recursos para hacer exactamente lo contrario. Cegada por un fin lucrativo, esta
señora sacrifico a 2.183 perros y gatos entre principios de 2008 y octubre de
2010 porque su objetivo era crear espacio en las instalaciones para acoger
nuevos animales, y por ende, recibir más dinero. Las ayudas económicas que
percibía del Ayuntamiento nos las gastaba, pues ponía fin a la vida de los
animales; y así lograba generar nuevas vacantes para ingresar más perros y más
gatos….
Una perversidad que no tiene nombre. De la persona que se suponía que debía protegerlos. Lamentablemente estas víctimas de cuatro patas, colas y pelos se encontraron con su peor enemigo. No solo les quitó la vida, sino que usufructuó con su muerte. Menuda táctica asesina, los declaraba ante las autoridades, y luego los “desaparecía”.
La Fiscalía relata que “para
llevar a cabo estas exterminaciones programadas, preferentemente a primeras
horas de la mañana, se desconectaban las cámaras del centro y se conectaba la
música a la megafonía a alto volumen” con el objetivo de enmascarar “los
alaridos” de los animales. La muerte de las mascotas era “lenta” y su agonía,
“dolorosa y prolongada”. Las sesiones para segar la vida de los perros y gatos
se practicaban “de forma sistemática regular en el tiempo”, en ocasiones dos
veces por semana, y se intensificaban los meses estivales.
La condenada por maltrato animal, Carmen Marín. Fotografía de Daniel Pérez EFE - Diario
El País
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La ex presidenta de la perrera de Torremolinos fue condenada
a tres años y nueve meses por el sacrificio masivo de animales. Se trata de la
primera prisión por maltrato animal en España. Una sentencia histórica y que sentara jurisprudencia en el
Derecho Animal hispánico. Lo ejemplar de este caso es que la pena es de prisión
efectiva: el auto que acuerda la medida rechaza suspender la condena y da un
plazo “improrrogable” de cinco días a la condenada para que entre
voluntariamente en la cárcel. Si no es así, se acordará su busca y captura.
Para el momento en que estoy escribiendo este artículo,
Carmen Marín debería estar tras las rejas. Se ha vencido el plazo. Así como se
ha caído su máscara de “protectora” de animales. La verdad ha salido con luz y
fuerza, igual que el sol aparece por el Este cada amanecer. No podrá esconderse,
no podrá volver a matar con impunidad. Siempre tendrá nuestros ojos atentos, observándola.
Pues no solo ha maltratado animales, sino que ha estafado al Estado, al pueblo. Ha traicionado la confianza de quienes seguramente creyeron en su labor altruista. Ha ensuciado el nombre de quienes sí protegen a los indefensos.
Señora Marín: Usted no sabe nada de la defensa
animal, usted no es proteccionista. Usted indigna y da vergüenza a la Humanidad.
Que su consciencia, si es que aún la tiene, sea su juez más feroz. Y si usted
olvida, quédese tranquila que nosotros recordamos. Que la muerte de 2.183
perros y gatos no ha sido en vano. Restarán en nuestra memoria, y en nuestros
corazones. Para que jamás vuelva a ocurrir. Para que personas como usted estén bien
lejos de los sin voz.
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